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Las ocho de la mañana llegaron y los párpados de un desconocido se despegaron de los sueño al mismo tiempo que la luz del día invadía la m...


Las ocho de la mañana llegaron y los párpados de un desconocido se despegaron de los sueño al mismo tiempo que la luz del día invadía la mirada de unos ojos recién levantados. El desconocido bajó las escaleras, pasó por un espejo donde solo vio un bulto irreconocible y se encerró en el baño. Mientras cepillaba sus dientes reconoció su figura en el espejo de delante, tenía los ojos hinchados, los pelos ansiosos tratando de escapar hacia arriba y la marca del dormir en la cara. Salió de allí transformado, más lúcido y atento, el living lo esperaba.

Con un audaz movimiento encendió la tv, a la par que ponía a calentar agua. Dos de azúcar y tres de café en una taza situada en la esquina de la mesa, sólo para recordar la rutina previa al confinamiento obligatorio. El televisor empezó a hacer ruido, y la mirada de un desconocido se puso felina, atenta, expectante. “Son 145 los muertos por Coronavirus en el país”, “No salgas de casa”, “Lavate las manos”, “Más de 3000 infectados en Argentina”. “Chaco tiene más de 250 infectados”, “En Chaco han muerto 11 personas por COV… “, se cortó el cable y el desconocido ni se inmutó.


Sereno y tranquilo como la mañana, bajó el volumen de la televisión y tomó su celular. Otra horda de títulos lo invadió, “2,5 millones de personas en el mundo están infectados”, “El mundo cuenta con más de 170mil muertes por Coronavirus”, “Las fosas comunes y los ataúdes de plástico han sido útiles en Estados Unidos”, “Faltan respiradores en los hospitales de todo el mundo”. No cayó ni una mueca de su cara, el café se había terminado hace rato y, con él, las ganas de leer noticias.  El desconocido fue hacia la biblioteca, agarró un libro de Poe y salió al patio, había buena luz allí.




Después de su ocioso momento de lectura, acompañada del sol otoñal, devolvió a Poe a su estante. Pasó por el living y el televisor seguía sin señal, pero no hizo falta prenderlo. Había música en la sala, “Estoy verde, no me dejan salir”, cantaba García allá por el 83 y hoy sonaba más fuerte que nunca. Después era Soda Stereo quien mencionaba una “sobredosis de tv”, unos minutos después eran “besos por celular” los que daban Divididos. El desconocido estaba cada vez más hundido en el sillón, se tomaba muy a pecho lo que le decían las canciones. Las muecas fueron inevitables al cantar, al tararear, al reír, al llorar.


Ya perdió la cuenta de los días de encierro, apagó el equipo de música, hizo unos estiramientos felinos y se puso de pie. Dio un paseo por la casa, de la sala a la cocina, de la cocina al comedor, del comedor al living, del living a la cama, de la cama al living. No había música pero el escuchaba una canción claramente. Pensativo se sentó a almorzar, solo y en silencio. Hasta que una voz surgió de la nada, “Confirman nuevo caso en el...”, el desconocido desenchufó el televisor y volvió a lo suyo, en silencio.